domingo, 24 de noviembre de 2013

Empieza una nueva vida para mi


Un nuevo reto de construir la "familia ideal", pero empiezan los problemas.

Vivía en un cuarto de esteras en la casa de mi madre. Mis hermanos estaban sin trabajo; yo mal de salud por el embarazo; mi esposo con otra familia que mantener. Vivíamos con lo poco que ganaba mi compañero, quién además tenía que ayudar con la comida a mis hermanos. Recuerdo que mi hermano Carlos, también sin "chamba", con hijos; a mi madre; a mis hermanos menores. Solo trabajaba mi hermana Narda. Recuerdo momentos de peleas, de subordinación absoluta a mi esposo. Vivía tan sólo para cocinarle, pero a él no le gustaba mi sazón y lloraba por ello. No comía para guardarle lo mejor a él, lo mejor, y para que nunca me vaya a reprochar que él mantenía a mi familia.

Recuerdo el nacimiento de mi hijo en esas circunstancias, sin dinero. Lo poco que ganaba me lo daba para guardar para los pañales y la maternidad yo lo gastaba en comer, porque la plata no alcanzaba. 

El día que me vinieron los dolores mi madre busca a una promotora de salud, la señora Felícita. Ella me mira y me dice que aún me falta. Mi madre y mi esposo deciden esperar un poco más para que de la maternidad no me vayan a devolver. A las 7 de la noche del 2 de agosto de 1980, mi hijo nace en la cama de mi madre. Fue atendida por mi esposo y la señora Felicita. Fue él quien recibió a su hijo al nacer. Fue una experiencia maravillosa: mi hijo, el tan ansiado y esperado. 

Vivía al lado de mi madre, y Gustavo tenía que sostener también a su familia de origen. Su hermana también tenía un hijo, pero su compañero no quiso asumir la responsabilidad de su hijo. Mi familia también tenía problemas. Entonces se presenta la oportunidad de vivir solos. Hay una guardianía en Miraflores; nos daban un departamentito en la azotea de un edificio a cambio de cuidar el edificio y mantenerlo limpio. Ocho meses vivo en ese departamento, haciendo de "madre y esposa ideal", pero no pude soportar la indiferencia de la gente. Cada uno vivía su vida; ni siquiera conversaba con alguien. Sólo amanecía para cuidar a mi hijo y esperar el regreso de mi esposo. Recuerdo que durante todos esos años me sentía, por un lado, feliz por mi familia, pero, por otro, me sentía totalmente frustrada como persona. Extrañaba Villa El Salvador, sus reuniones, los vecinos, la vida de mi pueblo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario