sábado, 23 de noviembre de 2013

María Elena Moyano - Michel Azcueta, El Comercio 2009


Maria Elena era una chica de barrio, crecida en el medio de su gente, comprometida y luchadora, simpática y alegre, jugadora de voley y después dirigente de la comunidad, fundadora y presidenta de la Federación de Mujeres de Villa El Salvador y por último teniente alcalde de la ciudad. Todo esto en 34 años. María Elena había nacido el 29 de noviembre 1958 y fue asesinada el 15 de febrero de 1992.

Recuerdo una mujer delgada, morena, alta por el promedio de las mujeres de Villa El Salvador, que se movía con mucha naturalidad, que observaba todo, que se ponía seria, y que, de repente, se le dibujaba una amplia sonrisa en su cara, como para que nadie se preocupara más y se animara en la conversación. Era Maria Elena Moyano, una mujer extraordinaria que ha dado el Perú para nuestra historia nacional moderna.

Maria Elena juntaba en su persona todas las habilidades proprias de las mujeres del Perú: una inmensa capacidad de escuchar, una increíble fuerza para sacar adelante las situaciones más difíciles, una iniciativa creadora y, junto a todo ello, una alegría, un gusto por la fiesta, por la risa y la broma tan propias de la raza morena que llevaba con orgullo hasta tal punto que le gustaba que le dijeran “la Negra”.


En momentos, vamos a decir “normales”, que vivimos en el Perú María Elena fue aprendiendo desde el arenal a comprender mejor al Perú, preguntándose los porqués de unas situaciones claramente tan injustas que no deberían darse en el Perú y en ninguna parte del mundo.


Y mientras iba haciendo su vida como estudiante, como animadora de escuela inicial, como joven enamorada, como esposa y como madre, se vio comprometida con la situación de la mujer popular, y, ya con fuerte convicción, se comprometió a cambiar esta situación, organizando a las mujeres, formando dirigentes, relacionándolas con los demás sectores, con la economía, con la política, con las ideas, con el poder (generalmente en las manos de los hombres). Y más tardes, en momentos muy difíciles y peligrosos, supo enfrentar las crisis, defender la paz, condenar la violencia y la muerte, pero siempre trasmitiendo confianza y optimismo y una alegría contagiosa que no pudieron anular ni las amenazas de los poderosos, ni las calumnias de los envidiosos ni las bombas criminales de los asesinos.

Fueron 20 años de trabajo conjunto y por supuesto que María Elena marcó mucho mi vida y mi trabajo hasta el día de hoy ... Admiro en ella esta capacidad de aprender, de cambiar, de dialogar ... de reir y festejar, cada momento de la vida. El 15 de febrero de 1992 sigue siendo el día más triste de mi vida ... Se que María Elena no me lo perdonaría, así que le seguiré haciendo caso intentando trasmitir alegría, valorando con todos los que me rodean, la vida ... una vida digna para todos.    



Escrito por: Michel Azcueta
Periódico: El Comercio
Año: 2009

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